La protección con cremas con un factor de protección alto y el uso de barreras físicas como ropa de manga larga y gafas de sol son fundamentales para reducir el riesgo de melanoma
El melanoma es el tipo de cáncer cutáneo menos frecuente (supone un 5% de los tumores de piel), aunque su incidencia está aumentando en los últimos años de manera importante, según la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). Cuando hablamos de melanoma, que representa el 1,5% de los tumores malignos diagnosticados en España, lo hacemos de células anormales de pigmento de la piel llamadas melanocitos o células productoras de melanina, el pigmento que da color a la piel.
Se calcula que en España se producen unos 3.600 casos nuevos de melanoma al año, con picos entre los 20 y los 40 años, sobre todo en personas con pieles claras, que son las que tienen menos capacidad para protegerse de manera natural contra el sol. También aquellas que tienen antecedentes de algún tipo de cáncer de piel deben tener un seguimiento especial.
El melanoma suele aparecer como una especie de parche pigmentado o protuberancia, similar a un lunar normal, pero con una apariencia más irregular. Para ayudar a reconocerlo puede usarse la regla del ABCDE, que da pistas sobre algunos signos de alerta: Asimetría (los lunares son redondos y simétricos, los melanomas, no); Borde (la mayoría de melanomas tienen bordes que hacen una especie de ondas); Color (los melanomas suelen tener dos o más tonos, como marrón, rojizo); Diámetro (suelen tener unos 6 milímetros de diámetro, más grande que un lunar); Evolución (continúan creciendo y evolucionan).
El sol excesivo, el principal enemigo de la piel
Si bien el sol juega un papel importante en la salud de las personas, una exposición excesiva e inadecuada puede tener el efecto contrario. De ahí que todos los veranos nos recuerden los peligros del sol. La radiación ultravioleta (UV) del sol está considerada la principal causa de cáncer de piel, especialmente la exposición acumulativa al sol en la infancia y episodios de quemaduras solares con ampollas graves antes de los 18 años, que pueden causar melanoma más adelante. Los melanomas suelen localizarse en zonas que no están expuestas al sol de forma habitual, de ahí que suelan aparecer en la espalda y las piernas.
Como apunta el Fondo Mundial de Investigación del Cáncer (WCRF), existe una relación dosis-respuesta entre el número de episodios de quemaduras solares durante la infancia, adolescencia o edad adulta y el riesgo de melanoma. Es decir, cuanto mayor sea el número de veces que se hayan producido quemaduras por el sol, mayor sería el riesgo de desarrollar cáncer de piel.
En la piel, las radiaciones del tipo B (UVB) y las de tipo A (UVA) tienen capacidad para producir mutaciones en el material genético (ADN) de las células que componen la piel e impiden su reparación. Los rayos UVB son los responsables de las quemaduras solares, que suelen empezar primero con enrojecimiento o formación de ampollas y costras en los casos más graves; los rayos UVA penetran más y producen más fotoenvejecimiento. Se inicia así el proceso de carcinogénesis.
Cómo reducir el riesgo de melanoma
Como hemos visto, la exposición al sol, si no se hace de forma controlada, tiene efectos nocivos, sobre todo en personas con un fototipo claro I o II, es decir, “piel clara, ojos y pelo claros”, reconoce el doctor Jorge Angulo Acevedo, jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario General de Villalba, perteneciente a la red sanitaria pública de la Comunidad de Madrid. “Estas personas sufrirán los efectos inmediatos del sol con mucha mayor antelación que personas con fototipos más oscuros” porque tienen menor cantidad de melanina en su piel. Las alarmas deben saltar antes de que la piel se enrojezca porque en este punto significa ya que la radiación ha hecho un efecto importante en la piel. “Nunca debe llegarse a este punto”, advierte Angulo.
La protección es una parte fundamental de la prevención. Las cremas solares reducen la radiación ultravioleta que llega a nuestra piel. En función del filtro, esta protección es mayor o menor. Es aconsejable que la crema no tenga una fotoprotección menor de 30 FPS para todo el año en zonas como cara y manos. En verano, cuando la radiación solar es más intensa, “lo aconsejable es una crema con un 50 de FPS, aplicada cada 2-3 horas y después de cada baño”, dice el experto. Durante estos meses es importante, además, contar con protectores que actúen como barrera física, como camisetas de manga larga, sombrillas, gafas, sombreros, etc. El uso de todos estos protectores no significa que no deban evitarse exposiciones prolongadas.
Y no solo en verano, que es la época de mayor exposición al sol. “Hay que hacer hincapié en que no debemos pensar que es solo un problema de esta época”, advierte Jorge Angulo Acevedo, que admite que debemos ser precavidos siempre y no confiarnos en que, si no es verano, no es necesario protegernos.”Debemos protegernos del sol durante todo el año”, y podemos hacerlo con el uso de cremas estéticas y maquillajes que lleven filtro solar con un FPS no menor de 30.
Todas estas medidas preventivas (evitar la exposición prolongada al sol y usar cremas solares y barreras físicas) deben completarse con otra no menos importante: la autoexploración. Controlar las manchas que salen en la piel, dos o tres veces al año, nos da una imagen general de los lunares que hay o aparecen y de si estos cambian de tamaño, forma o color.
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