El centro de documentación que gestiona la UNAM en la antigua sede de la Cancillería reúne obras valiosas sobre los movimientos sociales y colecciones de importantes artistas como Juan Acha
Este edificio fue testigo de uno de los capítulos más violentos y oscuros de la Historia de México. Desde la azotea de este inmueble que fue sede de la Cancillería mexicana, localizado en el barrio de Tlatelolco de Ciudad de México, fueron filmados por orden del entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría, los sucesos de aquel día trágico de 1968 cuando los militares reventaron una manifestación de estudiantes que dejó decenas de víctimas y muchos desaparecidos. Ahora el edificio —de amplios salones, techos muy alto, mármoles y enormes ventanales por los que entra la luz cálida del verano— se ha transformado en un centro cultural y la masacre de Tlatelolco es uno de los temas principales sobre los que investigan un grupo de bibliotecarios y expertos, a cargo de un centro de documentación administrado por la UNAM y que reúne documentos, audios, videos y muchas obras que intentan echar luz a los terribles acontecimientos ocurridos en la Plaza de las Tres Culturas. Es, además, una institución que resguarda las bibliotecas de importantes artistas, como el crítico de arte peruano-mexicano Juan Acha.
Ander Azpiri es el director del centro de documentación y explica que de las principales joyas con las que cuentan están una serie de entrevistas audiovisuales a distintos integrantes de los movimientos sociales del México de tiempos de la llamada Guerra Sucia, cuando desde el Gobierno se desató una cacería de disidentes y críticos del sistema. “Esas entrevistas no las tiene nadie más. Ese es el principal elemento dentro del fondo. Del 68 también hay algunos documentos importantes, sobre todo gráficos de la época. Y también tenemos la plataforma digital donde están nuestros fondos documentales vinculados a movimientos sociales”, dice Azpiri. Son más de 30.000 archivos que ahora están disponibles para el público interesado en conocer esos momentos del pasado de México.
Este centro de documentación fue creado en 2007 y como todo el resto de iniciativas que se funden en el edificio que ocupó la diplomacia mexicana, está centrado en el resguardo de la memoria, principalmente para generaciones jóvenes que deben conocer los sucesos que han marcado la historia reciente de México, tan llena de heridas abiertas. “Por eso es que hemos estado trabajando en la incorporación de nuevas colecciones al acervo de movimientos sociales y de las víctimas, que tienen documentado y registrados distintos eventos históricos y que desean que se conserve y que esté garantizada su supervivencia en una institución como la UNAM. Es decir, hay una buena parte de estos colectivos que tienen los materiales en sus casas y nuestro incentivo es que los entreguen a la universidad para su conservación”, explica Jacobo Dayen, director del Centro Cultural Tlatelolco.
Además de la memoria, esta institución se ha convertido también en el resguardo de colecciones importantes como la biblioteca del crítico de arte peruano-mexicano Juan Acha, donada por su viuda, Mahia Biblos. Acha era también un importante investigador del arte latinoamericano, que centró mucho de su trabajo en la influencia de movimientos revolucionarios en el arte. Fue un hombre que ejerció una gran influencia ente los artistas de su época y su biblioteca, que puede ser consultada en el centro, reúne no solo la colección de sus libros, sino también documentos inéditos, muchos de ellos escritos a mano por el autor. “Es un archivo muy completo para entender el pensamiento y las aportaciones importantes de Juan Acha. Es un fondo bibliográfico muy consultado porque hay dentro algunos ejemplares muy valiosos sobre la historia del arte, muchos son ejemplares raros, que no son difíciles de conseguir en otros lados o en México y también están sus textos no publicados y la correspondencia”, dice Ander Azpiri.
Otro de los acervos del centro es la biblioteca del investigador y antropólogo del Colegio de México y la UNAM Rodolfo Stavenhagen. Son 490 piezas donadas por su viuda, Elia Stavenhagen, y que conforman una colección bibliográfica especializada en antropología y arte. Stavenhagen era un beligerante defensor de los derechos de los pueblos indígenas y parte de su acervo recoge textos y análisis sobre estas poblaciones. Su biblioteca guarda ejemplares excepcionales en torno al arte y la antropología, como una edición facsimilar del Códice Mendocino y otras del Códice Florentino, “que nos importa mucho porque se escribió aquí (en Tlatelolco), es una obra de referencia para entender cultura mexica antigua”, ha explicado Azpiri.
Todos estos documentos están disponibles ahora para el público tras la remodelación del centro y el cierre por la pandemia de la covid-19. Vale mucho la pena sumergirse en estos documentos que resguarda un edificio icónico del también icónico barrio de Tlatelolco, centro neurálgico de un movimiento que marcó la historia mexicana, pero también lugar que fue testigo de violaciones terribles a los derechos humanos. Para no olvidar están los miles de documentos que Azpiri y su equipo seleccionan y protegen, como una forma de honrar a las víctimas que se quedaron sin voz.
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