Josep Borrell, jefe de la diplomacia comunitaria, y el secretario de Estado Antony Blinken exhiben sintonía en las relaciones trasatlánticas. “Debemos superar cualquier malentendido”, dice Borrell
Con las tensiones aún recientes por la alianza estratégica militar y comercial entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia, de la que no fue informada a tiempo la diplomacia comunitaria, Josep Borrell ha aterrizado en Washington en su primera visita como Alto Representante europeo para la Política Exterior desde que el presidente Joe Biden llegó a la Casa Blanca, en enero de este año. Borrell se reunió en la mañana del jueves con el secretario de Estado Antony J. Blinken. En la breve comparecencia de ambos antes del encuentro no hubo alusión explícita a la crisis de los submarinos, pacto estratégico a tres en detrimento de los acuerdos comerciales previos entre Australia y Francia para salvaguardar los intereses occidentales en la zona del Indo-Pacífico ante la creciente influencia de China. Pero las palabras pronunciadas por ambos dejaron clara la intención de pasar página.
“En casi todos los desafíos a los que nos enfrentamos en el mundo, la Unión Europea es un socio primordial para Estados Unidos, y prácticamente no existe ningún asunto en el que no estemos trabajando juntos. Tenemos una agenda extensa e importante, en Europa, en el área Indo-Pacífico, en el hemisferio occidental”, decía Blinken en su comparecencia en la sede del Departamento de Estado en Washington. Borrell, por su parte, añadía: “Debemos superar cualquier malentendido y seguir colaborando. En los Balcanes, en Afganistán, en China, en Rusia, en el Sahel… Hay muchos lugares del mundo en los que podemos cooperar con nuestros valores comunes. Creo que esta reunión será un paso importante hacia la relación entre nuestras naciones, especialmente en los temas de seguridad y defensa”.
Otros temas tratados en la reunión en Washington han sido la situación en Afganistán y la puesta en marcha de sendos foros para propiciar diálogos de alto nivel sobre China y Rusia, previstos para antes del final de año. Blinken y Borrell también han acordado mantener contactos sobre el área Indo-Pacífico, y han querido subrayar su apoyo a los esfuerzos “por la restauración democrática de Venezuela”, según explicó el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price. El impacto en la economía global de los altos precios de la energía fue otra de las preocupaciones compartidas en la reunión. Ambos se emplazaron a la celebración de un encuentro entre la UE y EE UU sobre el tema para principios del año que viene.
El acuerdo Aukus —acrónimo de Australia, Reino Unido (UK, en sus siglas inglesas) y EE UU (US)— permitirá a Canberra dotarse de submarinos de propulsión nuclear de la clase Virginia, fabricados en Estados Unidos. Eso frustró a mediados de septiembre un contrato multimillonario de tecnología francesa, que tenía previsto sustituir viejos submarinos Collins por otros capaces de adecuarse a un entorno estratégico “cambiante”. El anuncio creó una crisis diplomática y fue interpretado por los líderes de la UE, y especialmente por el primer ministro francés, Emmanuel Macron, como un revés a las esperanzas de que la llegada de Biden supusiera un nuevo amanecer, o, al menos, un cambio en los modales, en las relaciones bilaterales, después de la oscura noche que los años de Donald Trump proyectó sobre la cooperación transatlántica.
Así lo hizo ver Biden en febrero, durante una de sus primeras apariciones en la escena internacional, cuando, en una conferencia virtual de seguridad celebrada en Múnich, certificó el retorno a la cooperación con Europa tras el giro aislacionista que significó la Administración de Trump. ”Estados Unidos ha vuelto”, sentenció el presidente, que nunca ha ocultado que una de sus prioridades en materia de política internacional pasa por poner coto a la amenaza que China representa para la condición de Estados Unidos como primera potencia mundial.
Tras la crisis de los submarinos, la celebración a finales de septiembre de una reunión entre la UE y EE UU en Pittsburgh para lanzar el Consejo de Comercio y Tecnología (TTC, en sus siglas inglesas), un marco pensado para incrementar la cooperación transatlántica ante la imparable competencia de China, ya fue interpretada como un acercamiento entre ambas partes.
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