La cápsula CST-100 Starliner de Boeing se ha acoplado con éxito a la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés). Este logro es una buena noticia para la legendaria compañía aeroespacial estadounidense, que planea convertirse en una alternativa a SpaceX y su cápsula Dragon 2 para el transporte de carga y tripulación a la ISS.
Sin embargo, antes de que la Starliner pueda empezar a operar regularmente, Boeing debe demostrarle a la NASA que todos los sistemas funcionan correctamente. Y lo cierto es que la certificación está tardando más de lo esperado, debido a una serie de fallos técnicos que se presentaron en la cápsula.
Los contratiempos se remontan a diciembre 2019, cuando Boeing lanzó la Starliner al espacio, pero problemas en el sistema de vuelo le impidieron acoplarse a la ISS. El segundo intento fue en agosto de 2021, pero esa vez no alcanzó a despegar: el lanzamiento se pospuso por fallos en el sistema de propulsión.
Boeing, camino a alcanzar a SpaceX
Este último intento, aunque hasta el momento ha sido considerado un éxito, no ha estado exento de fallos. La cápsula despegó hace unas 24 horas del Complejo de Lanzamiento Espacial 41 de Cabo Cañaveral, en Florida, a bordo de un cohete Atlas V, pero los propulsores dieron problemas durante la maniobra de inserción orbital.
Unos 30 minutos después del despegue, la cápsula activó su sistema de propulsión y un propulsor falló al cabo de unos segundos. El respaldo se activó de inmediato y, tras 25 segundos, también presentó problemas. Un tercer propulsor del sistema redundante se activó y permitió completar la maniobra.
La cápsula tiene un total de 12 propulsores ubicados en su base que se encuentran distribuidos en cuatro grupos. Estos son utilizados en maniobras en el espacio. Por ejemplo, para alcanzar una órbita estable, acercarse a la ISS o desacoplarse de esta para emprender su regreso.
Además, cuando la Starliner se encontraba a pocos metros de la ISS, el equipo de control de misión solicitó algo de tiempo adicional para abordar dos situaciones, que no se presentaron en simultáneo, sino una detrás de la otra.
Evaluaron detenidamente los datos de posición de aproximación, que resultaron ser correctos, pero detectaron un “pequeño problema” en el sistema de acoplamiento de la cápsula. La solución fue restablecer el mecanismo, una tarea que demandó varios minutos.
Originalmente el acoplamiento estaba programado para ocurrir este viernes a las 7:10 p. m. EDT (1:10 del sábado hora peninsular española), pero finalmente se produjo el viernes a las 8:28 p. m. (2:28 del sábado hora peninsular española).
Ahora, Boeing y la NASA pueden respirar. Los astronautas también están felices. La nave llega con poco más de 200 kilogramos de suministros, que deberán descargar en los próximos días. Asimismo deberán cargar unos 270 kilogramos de carga para devolver a la Tierra.
Si bien la misión, conocida como Orbital Flight Test-2 (OFT-2), no es tripulada, uno de los asientos de la cápsula está ocupado por un maniquí llamado Rosie the Rocketeer. La tarea de este viajero es poner a prueba la capacidad de transporte para humanos de la cápsula.
¿Qué sigue? Según las condiciones climáticas de la Tierra, la cápsula permanecerá acoplada durante cuatro o cinco días antes de desacoplarse y emprender su regreso. Finalmente aterrizará en desierto de White Sands, en Nuevo México. Si la NASA da luz verde, estará más cerca del primer vuelo tripulado.
Cabe señalar que debido a los contratiempos, la NASA reasignó al tripulación de ese primer viaje de la Starliner a SpaceX. Josh Cassada y Nice Mann, llevaban desde 2018 esperando para volar en la cápsula de Boeing, pero lo harán a bordo de una Dragon 2 en una misión que está programada para septiembre de este año.
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