Los gobernantes de los siete emiratos que forman la federación tienen 30 días para elegir al sustituto, que previsiblemente será Mohamed Bin Zayed
Abu Dabi ha anunciado este viernes la muerte de su emir y presidente de Emiratos Árabes Unidos (EAU), Jalifa Bin Zayed al Nahyan, a los 73 años (nació en septiembre de 1948) y declarado 40 días de luto oficial. El jeque Jalifa, como era conocido, asumió el liderazgo del país en 2004, y sufrió un derrame cerebral en enero de 2014. Aunque las autoridades aseguraron que había sido operado con éxito y que se encontraba en una situación estable, solo había aparecido en público en raras ocasiones desde entonces. No se esperan cambios significativos en la política del país.
El primer ministro de EAU y emir de Dubái, el jeque Mohamed Bin Rashid, ejercerá la presidencia de forma provisional hasta que el Consejo Federal (que integran los gobernantes de los siete emiratos que forman la federación) elija un nuevo presidente. Cuentan para ello con un plazo de 30 días. Se da por descontado que el elegido será Mohamed Bin Zayed, medio hermano del fallecido y heredero de Abu Dabi.
Hace ya varios años que el jeque Mohamed Bin Zayed ejerce como hombre fuerte del país y recibe a los dignatarios extranjeros. Tanto él como el fallecido son hijos del jeque Zayed al Nahyan, fundador de la federación, a quien Jalifa sucedió en noviembre de 2004. El peso de Abu Dabi convierte de forma automática a su emir en presidente de EAU y comandante supremo de sus Fuerzas Armadas.
Como era habitual entre las familias reales de la península arábiga, el jeque Jalifa se graduó en la academia militar de Sandhurst, en el Reino Unido. Fue nombrado heredero en 1969 y dos años más tarde, cuando se estableció EAU, se convirtió en primer ministro de Abu Dabi y, poco después, vice primer ministro de la federación. Desde el principio, asumió la responsabilidad de Defensa y bajo su dirección se formó la Fuerza de Defensa de Abu Dabi, que sería el embrión del futuro Ejército de Emiratos.
Las biografías oficiales lo describen como un generoso filántropo, aunque resulta difícil separar sus contribuciones personales de las del Estado. La revista Forbes le consideraba uno de los monarcas más ricos del mundo. Además de controlar unas reservas de petróleo estimadas en 97.800 millones de barriles, el emirato cuenta con el segundo mayor fondo soberano con activos por valor de 675.000 millones de euros.
Esa fortaleza permitió que ante la crisis financiera que en 2009 sacudió Dubái, el segundo emirato de más peso en la federación, Abu Dabi pudiera acudir en su rescate con una generosa ayuda de 10.000 millones de dólares. Agradecido, su glamuroso vecino decidió renombrar en su honor el edificio más alto del mundo, que al inaugurarse el 4 de enero de 2010 pasó a llamarse Burj Khalifa (pronunciado Jalifa). Hasta entonces era Burj Dubai.
En un país donde se valora la privacidad y cuyas familias gobernantes controlan con celo su imagen pública, poco se sabe sobre la vida privada del jeque Jalifa. Richard Olson, el entonces embajador de Estados Unidos en Emiratos, lo describió en 2009 como “un personaje distante y sin carisma”, en uno de los cables diplomáticos filtrados por WikiLeaks.
Estaba casado con una prima, la jequesa Shamsa Bint Suhail al Mazrouei, y deja dos hijos varones, Mohamed y Sultan.
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