Lo llaman “El Jefe”, tiene 12 años y su cruce furtivo por una de las fronteras más vigiladas del mundo ha sido motivo de celebración.
Se trata de uno de los jaguares más longevos del que se tiene registro en el límite entre Estados Unidos y México, uno de los pocos que cruzó la infraestructura fronteriza y el que más distancia recorrió, según acreditan fotografías divulgadas este mes por una red de ocho colectivos agrupados en la iniciativa binacional Borderlands Linkages que trabaja para la conservación de esta especie.
Según explicó a The Associated Press Juan Carlos Bravo, responsable de los programas de conservación de Wildlands Network, una de esas organizaciones, estos datos son “muy buenos indicadores” porque muestran que pese al creciente blindaje de la frontera sigue habiendo -o al menos hubo desde 2015 para acá- corredores abiertos y que si se continúa el esfuerzo por mantenerlos así “es viable (conservar) la población de jaguares en el largo plazo”.
Sin embargo, la expectativa no es buena. Aunque fue el gobierno de Donald Trump el que reforzó y amplió el muro en el límite con México, la actual administración de Joe Biden acaba anunciar el cierre de cuatro brechas entre Arizona y Sonora -precisamente los estados por donde se mueven los jaguares- para intentar frenar la inmigración irregular por esos puntos.
Se desconoce cuántos jaguares hay en esa zona de la Sierra Madre Occidental. pero de los 176 individuos que ha identificado a lo largo de dos décadas el Northern Jaguar Project -otro grupo de la red binacional-, sólo hay registro de otros dos que cruzaron la frontera, indicó Bravo. Y uno de ellos no se sabe si vivo o muerto porque solo se localizó la piel.
La primera fotografía de “El Jefe” la tomó un cazador al sudeste de Tucson en 2011, en un momento en el que la población ya se estaba volviendo “orgullosamente pro jaguar”, explicó el ecologista. De hecho, fueron los niños de una escuela local los que le pusieron nombre y con las sucesivas fotografías se hizo famoso en Arizona.
Gracias a toda una infraestructura de cámaras con sensores de movimiento instaladas en zonas de paso, se lo volvió a captar en 2012 y 2015. Pero lo asombroso fue cuando el colectivo PROFAUNA -también integrado en la red binacional- confirmó que una foto tomada en noviembre de 2021, a 200 kilómetros de distancia de las anteriores en el centro del estado mexicano de Sonora, era del mismo ejemplar.
Eso implicaba que ya tenía 12 años o más y que aunque a algunos jaguares se les perdiera la pista durante muchos años podían seguir vivos, indicó la red en un comunicado cuando dio a conocer la noticia. La imagen de “El Jefe” acaparó portadas locales en el estado que lo había apadrinado.
Estos felinos, los más grandes de América y que son identificados por sus manchas -una especie de huella dactilar única de cada individuo- fueron “extirpados” del oeste de Estados Unidos como resultado de las cacerías a cambio de recompensas impulsadas por el gobierno para fomentar la ganadería, explicó Bravo.
Para finales del siglo XX se daban por desaparecidos de ese lado de la frontera.
Su población actual se concentra en la costa del Pacífico mexicano y al sudeste del país, en el Caribe centroamericano y en todo el centro de América del Sur.
Sin embargo, el avistamiento de algunos ejemplares en Estados Unidos en 1996 impulsó estudios que encontraron un punto reproductivo en el centro de Sonora -uno de los más al norte de todo el continente- y desde hace 20 años, gracias al auge de las donaciones y los recursos, gobiernos y organizaciones no gubernamentales empezaron a trabajar juntos.
El objetivo de los ecologistas era operar a ambos lados de la frontera, rastrear los animales, crear santuarios, entender por dónde se movían y buscar apoyo de los propietarios de esas tierras para protegerlos. En Estados Unidos, según Bravo, sólo se han visto machos.
Pero además de la complejidad de determinar los lugares adecuados para poner las cámaras o del análisis posterior de las imágenes, en la parte mexicana hay un problema añadido: los cárteles.
“Hay presencia de grupos armados, narcotraficantes” que transitan por los mismos sitios de los jaguares, zonas aisladas y de sierra, explicó Bravo vía telefónica desde Sonora. “Es importante moverse con cuidado, trabajar con la gente de las comunidades que nos dicen ‘allá no se vayan a meter’… todo eso lo va haciendo muy, muy complicado”.
Los ecologistas advierten que para la recolonización del suroeste estadounidense el principal problema es la infraestructura fronteriza, que no sólo destruye y erosiona el hábitat del jaguar sino también el de otras especies como el antílope americano, el oso negro o el lobo mexicano y de numerosas aves, como denunciaron muchas organizaciones durante la administración de Trump.
Pero no sólo el muro complica la vida de estos animales, también las torres luminosas -que los deslumbran y desorientan- y las carreteras que se han construido para el tránsito de la Patrulla Fronteriza. Irónicamente, indicó Bravo, cuando no están vigiladas esas carreteras pueden ser utilizadas por los traficantes pero, en cambio, perjudican a los jaguares que tienen que recorrer distancias más largas para evadirlas.
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